A Fanny Palacios, mi amiga
Ciego es quien no observa al pueblo levantado.
Quien no se da cuenta cómo late.
Ciego quien, teniendo ojos,
se hace de la vista gorda.
Y quien, envilecido por el egoísmo,
no mira más allá de sus narices.
Dos veces ciego
quien cree que contempla bien el horizonte
y no se da cuenta
que hay hambre en la raíz y en el cimiento.
Ciego quien cree que, arrancándole los ojos a la masa,
la convertirá en guiñapo
e ignora que somos el halcón inmortal,
hijo del Dios montaña.
Ciego quien no se pone en el lugar de los ciegos
y no sabe lo que es llevar del brazo al hombre
o la mujer que mira profundo,
con los anteojos caleidoscópicos del alma.
Me quitarás los ojos con tu pólvora,
me arrancarás el iris con tus balas,
volarás mi retina en mil pedazos
y creerás que, oscureciéndome,
por fin me habrás vencido.
Pero yo seguiré mirándote desde mi libertad de fuego
y desde mi antorcha shupihui luminosa,
porque provengo de esa luz que no se apaga nunca:
la de la hoguera rojo sangre de mi pueblo
que corre como un río.
Juan Ochoa López (Lima, 1965 - 2020)