Jorge: El amigo que le gustaba charlar


Por Alfonso González Vigil
Periodista, escritor


Su obra invita a ser admirada. Es complicado resistirse a los encantos y cualidades de su prosa, la escritura que llevó a la práctica en general sobresale por su calidad y por su notorio sello distintivo. 

Déjenme contarles que Jorge Salazar había nacido en Lima en 1940. Desde muy joven se dedicó al periodismo. Esta grata e ingrata profesión la ejerció no sólo en el Perú, sino también en otras latitudes (Francia, Holanda, España y Alemania contaron con la labor profesional de Salazar). Cursó estudios de economía, letras y periodismo en las universidades de Edimburgo,en Escocia, San Marcos en Lima y la Complutense de Madrid. 

En 1969 publicó el ensayo Una visión del Perú, dicho trabajo ganó el Premio De Gius de los Países Bajos. En 1976 publica al alimón con Alaín Elías la novela-testimonio Piensan que estamos muertos. También sacó una obra de teatro que mucha gente no conoce, esta se titula He llegado tarde a la ejecución (1978). Posteriormente, en 1980 aparece La ópera de los fantasmas, su obra cumbre con un monumental despliegue de fuentes, un nivel verbal ambicioso, polifónico y variopinto. No es de extrañar entonces que tamaña creación se adjudicara el Premio Casa de las Américas. Tiene en su haber varios libros más. Charlas con Soledad, editada en marzo del 2008 casi se convierte en un libro póstumo. 

Qué no era Jorge Salazar. Quiero decir que Jorge desarrolló y experimentó tantos oficios, aficiones y campos del quehacer humano. Charlas con Soledad, al igual que sus mejores escritos, evidencia las inquietudes y la variedad de preocupaciones y actividades de las que se encargó Salazar. Tuvo una existencia mayoritariamente feliz y, además, expresaba y demostraba a quien lo dudara que había sido pródiga en situaciones vividas. 

Ya he leído dos veces en su totalidad la publicación Charlas con Soledad y después de invertir tan placentero hábito de lectura frente a hermosos textos breves reunidos, debo admitir que inevitable consecuencia de lo revisado, de lo leído venían a mí los siguientes recuerdos o por los menos lo que siempre Coco me transmitió desde el día que lo conocí. Lo que voy a manifestar forma parte de lo que recuerdo. 

Repito, qué cosa no produjo curiosidad o interés en este notable periodista, cuál ocupación que puede cultivar el hombre escapó de su versatilidad. Se especializó en gastronomía, en fútbol (apasionado de este deporte, por si acaso, era un reconocido analista en la materia), en periodismo (no se conformó con lo deportivo también fue apreciado columnista, exquisito y diverso cronista, perito en la llamada crónica roja, entre otros rubros), en el trabajo muchas veces solitario del escritor y en ser amigo. 

No todos en el mundo pueden ser amigos; resulta, por otro lado, difícil encontrar personas con la capacidad de entablar confianza, franqueza, sencillez y calidez con los demás. Así los tratara por primera vez. Jorge tenía esa facilidad, mejor dicho poseía esa virtud. Porque virtud es no dudar en tender la mano o cooperar con un semejante, ya sea para declarar en una entrevista o para dar un consejo de vida. 

Volviendo a Charlas con Soledad, comento que este magnífico libro se lee rápido gracias a que está escrito de manera ágil, manifiesta el gusto con que lo realizó Coco y cuenta con la cualidad extra de propiciar relecturas, la posibilidad de memorizar pasajes y aprender con las reflexiones, dudas y certezas existenciales que nos expresa cada página elaborada. 

Es una obra hecha a la usanza epistolar; reúne mensajes redactados como contundentes columnas periodísticas, las cuales dirige a una hija imaginaria. Bueno, la vida suele ser sabia y le terminó dando una hija a la que adoptó y trato como tal. No en vano Coco le dedica el libro de los textos breves pero intensos y emotivos a la referida hija que le otorgó la vida: Elma. Son textos no tan extensos, que expresan consejos, disquisiciones y demás cosas que suscitan ciertos temas en la forma de pensar de Salazar. Esta especie de cartas las remite a su hija, la que refleja una presencia compañera y atenta hacia lo que el padre pueda manifestar. 

De ese modo, le habla y opina sobre el paso del tiempo, la mortalidad y los estilos de vida, la trascendencia en las acciones que emprendemos, el daño que genera el concepto de culpabilidad de ciertas religiones, la labor poética o del artista sensible, la inseguridad en las ciudades como Lima, los enamorados en este mundo terrenal, la capacidad del hombre de matar y dar vida, la seguridad de quienes son donjuanes, la contradictoria y muchas veces condenable naturaleza humana, el poder de la escritura, el atreverse a amar, el libre albedrío, las sinrazones de los extremos ideológicos, los valores que aún conservamos y las ganas con que se debe encarar la vida que es corta. 

Coco, dejó un legado intelectual y periodístico encomiable; no obstante, como uno de sus amigos considero que su obra quedó incompleta, ya que por culpa de enfermedades u otros inconvenientes y desafíos que nos pone la vida, no pudo acabar con todos los proyectos que emprendía o tenía pensado cristalizar en algún momento. Sé que existe un libro inacabado. Es por ello que me atrevo a parafrasear a Marco Polo, uno de mis personajes favoritos de la historia, él en su lecho de muerte expresó: “No he contado ni la mitad de lo que vi”. Algo parecido podría aplicarse con el buen Coco Salazar: “Él no pudo publicar ni la mitad de los libros que planificó”. 

Mereció que se editara más material redactado por él. Siempre lamentaré que no elaborara sus memorias. Aunque el consuelo que nos queda es que en todo escrito que publicó, incluso en sus crónicas más coyunturales se vuelcan sus anécdotas o experiencias personales, enriqueciendo de esa manera la temática abordada. 

Jorge manejaba tantos datos e información y los comunicaba con una mezcla de erudición, simpatía y elocuencia. Sus lectores merecíamos que el tiempo le hubiera dado la oportunidad de compartir más. Yo puedo asegurar que él no contó (por lo menos no en voz alta) ni la mitad de lo que sabía. Felizmente, Charlas con Soledad, lo último que a conciencia entregó, nos permite tender un puente con una persona culta, atenta y dispuesta a conversar si se ofrecen las condiciones del caso