Ejercicios del relámpago (Bonsáis)



por Marcelo Báez Meza

Viñetas. Textículos. Poes (¿por Edgar Allan Poe?). Ficción de taza de café (¿o era de té?). Microficción. Microliteratura. Sudden fiction. Short short fiction. Son tantos los rótulos. Tantas las formas de nombrar a esta tendencia narrativa del nuevo milenio. El vértigo de la época es un cultivo de caldo o caldo de cultivo para contar historias mínimas. Es arrojar al agua una pequeña piedra que originará el mayor número posible de círculos concéntricos. El autor de este libro de pequeño formato ha arrojado una minúscula roca y son apenas diez las esferas de agua que se han formado. Ocasión perfecta para tergiversar la metáfora pugilística de Cortázar. Si la novela vence al lector por puntos y el cuento le gana al lector por knock out, el microcuento implica derribarlo antes de que se suba al cuadrilátero. Más metáforas vienen. La eyaculación cuentística precoz. El mensaje de texto narrativo. La muerte súbita del tenis literario. El sonetito de la prosa o de la prisa. El penalti de la cancha de la ficción. El gol de oro en tiempo extra. Mejor regresemos al símil del pugilato: el microtexto como el suspiro del boxeador.

La micronarración como el nuevo altar de la literatura. En este libro de pequeño formato es importante el diálogo entre texto e imagen. No es gratuito citar a Lewis Carroll: Alicia estaba empezando a sentirse muy cansada de estar sentada junto a su hermana en la orilla del río, y de no tener nada que hacer: una o dos veces había echado un vistazo al libro que estaba leyendo su hermana, pero no tenía dibujos ni diálogos. “¿Y para qué sirve un libro, –pensó Alicia, – sin dibujos, ni diálogos?”.

Ante la pregunta de la pequeña lectora surgen opciones de respuesta. Quizá un libro hecho sólo de letras ya no sirva para nada a estas alturas del milenio. Es por esta razón que este libro sostenido por manos curiosas no contiene los diálogos que habría querido Lewis Carroll, pero se da una conversación mucho más enriquecedora. Este es un pequeño objeto donde conversan la pintura y la literatura. No está hecho únicamente de letras. Está interpolado por ilustraciones cumpliendo con el deseo de la pequeña Alicia. En el fondo todos somos como ella: ansiamos entrar al país de las imágenes.

Cada época construye su lector. El de ésta parece ir por la periferia de la tecnología. Lector ocupado. Desatento. Desconcentrado. Envuelto en el tráfago de la tecnocracia, pendiente de su teléfono móvil, su Blackberry, obsesionado por saber qué nuevos e-milios han llegado a su buzón de entrada o qué amigos lo han agregado en el Facebook. Estamos en una era donde el silencio ya no tiene privilegios. Vivimos rodeados de ruidos, pitidos, alarmas, alertas, tonos diversos de teléfonos móviles…

Estos diez ejercicios del relámpago no pretenden devolverle al lector el silencio perdido. Tampoco procuran recuperar del todo el reino de las maravillas. Este libro es un pequeño divertimento y únicamente quiere que el lector juegue de la misma manera en que su autor lo hizo. Y recordar, lúdicamente también, que sólo somos notas a pie de página de un gran texto que sigue escribiéndose.

Santiago de Guayaquil, sábado 24 de julio de 2010.

(Ilustraciones de Jorge Polar Elorreaga)